Era candelabros dorados oxidados, y perdidos en un sótano. Era viejos libros con telarañas y páginas crujientes. Aquellos objetos que encontrábamos en los sitios más insospechados sin saber ni para qué son.
Era las historias que la precedían, y aquellas que nosotras contaremos. Era joyeros y cajitas de música con bailarina y música, un haz de luz que deja entrever cantidades ingentes de polvo. Era todas las mejores fiestas, y todas aquellas que nunca llegamos a hacer.
Una decadencia maravillosa y perezosa de maleza y escalinatas de madera crujiente, lámparas de araña olvidadas y desorden acumulado.
Era hogar, era desastre; corrientes de aire helado y portazos. Digamos que ha sido toda una época.